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Amor a distancia, memoria de papel y quién hablará de nosotros cuando cerremos Facebook

Como todas las mañanas me levanto con el podcast de Hoy empieza todo. Normalmente, alterno a Carmona o Echeverría y escucho el programa entero, pero hoy voy con prisa así que ojeo los cortes seleccionados:  «Amor epistolar«. Click inmediato. Casi no me he terminado el primer café de la mañana y se me ha hecho un nudo en el estómago.

Un fajo de cartas y postales encontradas en un mercadillo de cosas usadas. Carmen y Antonio. Verano de 1956 y tres años más de correspondencia mientras él trabaja en la fábrica en la ciudad y ella está con los niños en un pueblo de la sierra valenciana. Incluso misivas transoceánicas cuando él recorre Estados Unidos por trabajo y son capaces de coordinar los envíos gracias al detallado calendario que Antonio organiza con los hoteles y fechas donde va a hospedarse.

carmen muñoz amor epistolar

Se cuentan lo mucho que se echan en falta, sí, pero también las minucias de la rutina, que ella va a ver una película con los niños en el cine y que él no puede dormir por las noches por la feria que han puesto debajo de casa. A veces se escriben hasta varias veces al día, casi con frecuencia Whatsapp, comentan Cristina Muñoz y Desirée Belmonte, las responsables de rescatar esta historia de amor epistolar perdida entre los tesoros de un anticuario ambulante y convertirlo en una obra de teatro documental de la compañía La Cantina.

No he visto «Carmen Muñoz o el rescate de la memoria» porque se estrena este finde en el Festival Cabanyal Íntim de Valencia pero me sabe ya a retrato de la España de los años 50, a ensayo de cómo sobrevivimos a una de las cosas más irremediables de la vida: la ausencia, por corta o eterna que esta sea, y a lo importante que es que alguien nos recuerde la vida aún cuando nuestra memoria ya no está.

Pero además, me ha recordado a mi obsesión por el papel. A esos cuadernos de principios del 2000 en los que escribía todos los SMS recibidos en mi primer OneTouchEasy tuttifrutti y consecutivos Nokia 33XX, a la perdurabilidad de la tinta y a quién hará obras de teatro sobre nosotros cuando nuestra cuenta de Facebook desaparezca. ¿Habrá puestos de anticuarios en la dark web?

Quién sabe, tal vez algún día desempolve yo misma aquel verano de 2016 y un amor epistolar de siglo XXI, de meses de separación forzada, de patadas burocráticas, de una boda en mitad de un huracán, de la vida en alta mar y de lo incondicional.

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