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OCASIO-CORTEZ, LA MILLENIAL QUE HA SACUDIDO EL PARTIDO DEMÓCRATA

Entrevisté a Alexandria Ocasio-Cortez en septiembre de 2018 con motivo del kick-off en el barrio neoyorquino del Bronx de su campaña puerta a puerta de cara a las Midterm Elections.
Esta es la versión extendida (sin los necesarios recortes requeridos para la versión impresa) del reportaje fue publicado en la revista impresa XL SEMANAL , dominical del grupo editorial Vocento — número 1616 del 14 de octubre de 2018.  [VER/DESCARGAR REPORTAJE EN PDF]

AOC PORTADA_BN

Alexandria Ocasio-Cortez es una de las figuras políticas del momento en Estados Unidos: con 28 años, trabajando en un restaurante y sin ningún aval político o económico para su campaña ha conseguido alzarse como candidata demócrata al Congreso derrotando a uno de los  demócratas con más peso de la Casa. Si vuelve a ganar en las elecciones de mitad de legislatura el próximo noviembre, la neoyorquina de raíces puertorriqueñas y nacida en el Bronx se convertirá en la congresista más joven de la Cámara y en la cara más visible de un movimiento progresista que está emergiendo con fuerza dentro del Partido Demócrata a lo largo y ancho del país.

A pocas semanas de la jornada electoral definitiva que decidirá su futuro como representante de los Demócratas Socialistas de América en el Congreso, Ocasio-Cortéz vuelve a las calles de su distrito, el Bronx, para retomar la campaña puerta a puerta que el pasado junio le llevó a destronar en las primarias demócratas al conocido como ‘Rey de Queens’, Joseph Crowley, quien no había tenido que enfrentarse a unas primarias en 14 años de mandato.

Acompañamos a la candidata mientras recorre las primeras manzanas en este sábado de inicio de campaña al que se han sumado cerca de medio centenar de voluntarios, ataviados con camisetas con el slogan “Ocasio-Cortez 2018” y octavillas en mano, para llamar a timbres, hablar con vecinos y recordarles su próxima cita en las urnas.

“Esto no es una campaña electoral, es un movimiento”, alienta a sus seguidores subida en una silla del bar donde se han reunido. No borra la sonrisa de su rostro de facciones suaves y ojos vibrantes. Bajo la atenta mirada de Daniel Bonthius, su mano derecha  –prácticamente “su sombra” como él mismo bromea— y constreñida a una apretadísima agenda, se para a hablar con las personas con las que se cruza, se fotografía con ellas y se arrodilla para hablar a su altura con los más pequeños.

Si echa la vista atrás, reconoce que en muchas cosas el Bronx –donde muchos barrios están considerados zonas de alta o extrema pobreza— en el que ella nació hace casi tres décadas “ha empeorado en muchos aspectos”.  “Uno de los problemas más importantes es el coste de la vivienda, hay familias que llevan viviendo aquí varias generaciones que no pueden afrontar seguir aquí. Pero esta problemática es un reflejo también de lo que está pasando en otros barrios de la ciudad y en todo el país”.

Crecer entre dos mundos

Ocasio-Cortez sabe de lo que habla. A su familia la crisis de 2008 le golpeó duro, coincidiendo con la muerte del cabeza de familia mientras ella cursaba sus estudios de Económicas y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston. Pese a los esfuerzos de su madre por salvar los pagos de su casa volviendo a limpiar en otras casas o conducir un autobús y sus jornadas de 18 horas trabajando como educadora en el Instituto Hispano Internacional de día y en una taquería en Manhattan como segundo empleo, finalmente tuvieron que venderla y su madre se marchó a vivir a Florida donde trabaja de secretaria.

Pero, sin duda, una de las experiencias que “más han marcado mi vida desde niña fue ver como mis padres metían todas nuestras cosas en cajas y nos mudábamos a una localidad más al norte, lejos de nuestras familia y nuestra comunidad, porque en este distrito las escuelas públicas no tenían los mismos recursos que en otros sitios”.

Su padre, un arquitecto que había nacido en una familia de muy pocos recursos al sur del Bronx y regentaba un pequeño negocio local, y su madre, puertorriqueña de nacimiento, querían para su hija un futuro mejor del que ofrecían las escuelas públicas del barrio. Cuando Alexandria tenía cuatro años decidieron “cambiar toda su vida para que pudiera tener las mismas oportunidad que otros niños en otras partes de la ciudad”.

Con la ayuda de familiares y otros préstamos se mudaron una localidad a las afueras de Nueva York, Yorktown, donde la joven pasó a ser ‘la chica latina procedente de una familia con pocos recursos’ y una de las pocas estudiantes de color en un instituto de mayoría blanca.

“Siempre volvíamos al Bronx para estar con nuestra familia. Así que crecí entre dos mundos, siendo consciente desde muy pequeña de que en esta ciudad el código postal en el que vives determina tus oportunidades en la vida”.

Con sus propios ahorros y la ayuda de becas se costeó sus estudios en la Universidad de Boston. Dejó de lado su sueño de niña de estudiar medicina al darse cuenta de que al final todos los problemas para tratar las enfermedades de las personas acaban reduciéndose a las desigualdades económicas.

Decidió estudiar Economía y Relaciones Internacionales, aprovechando sus años universitarios para ser becaria en el equipo del senador Ted Kennedy –a quien no llegó a conocer en persona—, incrementar su experiencia como activista presidiendo ‘Alianza Latina’, la principal organización latinoamericana de la BU y viajar varios meses a África Occidental para trabajar en un proyecto de cooperación al desarrollo con mujeres.

Pero lo que realmente moldeó sus ideales políticos fue “la humillante y paralizante experiencia” de ver a su familia endeudada y al borde del desahucio cuando volvió a Nueva York tras terminar sus estudios universitarios. Fue entonces cuando sus grandes ambiciones profesionales quedaron aparcadas y dieron paso al trabajo detrás de la barra de un bar, donde estuvo trabajando hasta pocos meses antes de las primeras elecciones cuando lo dejó para dedicarse “cien por cien” a su carrera hacia la Cámara de Representantes.

La ahora candidata al Congreso ha hecho, sin embargo, de su experiencia vital su mejor herramienta política y no ha dudado desde un primer momento en compartir públicamente su historia para conectar con su electorado.

“Yo he tenido que trabajar en un restaurante, pagar un alquiler que no deja de subir, vivir con la ansiedad de no tener seguro médico,… Así que entiendo a las personas en esa situación y por eso puedo comprender profundamente las necesidades de mi comunidad”.

Del activismo a la política

Su programa electoral también parece hablar en primera persona, centrándose principalmente en asuntos sociales que ideológicamente resultan totalmente opuestos a la agenda política del Presidente Donald Trump. Frente a la persistencia de su Administración por desmantelar las medidas sanitarias implantadas con el ‘ObamaCare’, Ocasio-Cortez ha hecho del ‘Medicare for All’ –un intento de sistema sanitario público universal—, herencia de Bernie Sanders, su máxima lucha en campaña.

Es una de las voces más sonoras a favor de desmantelar el ICE, la agencia para el Control de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos, una patata caliente que tiene dividido al propio partido Demócrata, y se ha manifestado contra la separación de familias frente a la frontera en Texas. Y ha reavivado el debate sobre las relaciones con Puerto Rico, las cuales a tildado de “colonialismo en la era Moderna”.

En educación aboga por una universidad pública sin costos, coincidiendo con una nueva medida del gobierno para los Presupuestos de 2019 que termina con el perdón de los préstamos y las facilidades de  pago para los estudiantes.  En otros frentes, reclama una reforma del sistema penal y un compromiso con el cambio climático –una de las primeras medidas de Trump nada más llegar a la Casa Blanca fue la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de Paris, el pacto internacional contra el cambio climático.

“Confrontación ideológica sí, confrontación personal no”, aclara la jefa de campaña de OCASIO 2018, Virginia Ríos, que en las últimas semanas ha visto crecer los ataques hacia la candidata, no sólo hacia su discurso político sino a sus actuaciones personales “principalmente desde la cadena de televisión FOX” –el medio de comunicación que elige el presidente Trump para sus intervenciones televisivas— como cuando criticaron que posara para un reportaje en un revista con un outfit valorado en 3.500 dólares.

“Soy una amenaza para el patriarcado, para la corrupción y para las estructuras de poder que perpetúan el racismo, el sexismo y misoginia”.

Por su parte Ocasio-Cortez, que no suele entrar a rebatir polémicas suscitadas en medios de comunicación o redes sociales más allá del debate político, cree que está en “el centro de la diana” de todos estos ataques por ser «una amenaza para todo lo que el establishment  político representa”.

Ocasio-Cortez es consciente de que su éxito está vinculado al movimiento #MeToo y a su impacto en la vida política, pero sobre todo destaca lo que ese movimiento implica en la vida cotidiana. «El acoso sexual es algo desconcertantemente habitual, muchas veces tolerado por las propias mujeres de forma inconsciente. Es como cuando entras en un sitio y huele mal, pero te quedas y llega un momento que ya no notas el mal olor. Eso es nuestra sociedad. Estamos acostumbradas a que nos hablen mal, a que nos toquen, a que no nos respeten… Llega a ser frustrante».

Candidata por sorpresa

“Mujeres como yo no se espera que se presenten para un cargo electoral” decía Ocasio-Cortez en su video de presentación para las primarias del pasado mes de junio, titulado ‘El valor para cambiar’, publicado a un mes de las elecciones y que se hizo viral en las redes, gracias en parte a la ayuda de su novio, experto en el área de marketing digital, y que tras colaborar en los inicios de la campaña ahora se mantiene apartado de la vida política de su pareja.

Tampoco pidió permiso a nadie en la Casa demócrata para presentarse como oponente de uno de los representantes de más peso y con muchas papeletas para relevar a Nancy Pelosi como líder de los demócratas en el Congreso.

AOC campaign

La joven activista había tenido sus primeras experiencias en el terreno electoral primero nada más terminar el instituto como voluntaria en el call-center del equipo de Obama en la campaña de 2008, y años más tarde para la campaña de primarias de Bernie Sanders que perdió frente a Hillary Clinton en 2016.

En esta ocasión tuvo un papel más activo como organizadora de campaña para Sanders en el distrito del Bronx, consiguiendo una sede para la candidatura, movilizando votos, etc. Es especialmente en esta época cuando empieza a entrar más en contacto con algunos de los movimientos de la sociedad civil más notorios del momento: Black Lives Matters, miembros de Socialistas Democráticos de América con los que coincide en manifestaciones por el Huracán María en Puerto Rico,  líderes feministas, LGTBi, ecologistas,…

Tras la derrota del candidato progresista, algunos miembros de su equipo deciden crear una organización, Brand New Congress, con la intención de reclutar candidatos con ideales de izquierdas en una línea similar para postularlos a la Cámara Alta (House of Representatives) y Cámara Baja (Senado) del Congreso. Uno de los fundadores, Saikat Chakrabarti –un techie de Silicon Valey reconvertido— hizo un llamamiento público en un conocido show de televisión que resultó en una avalancha de presentaciones de candidatos. Una de esas postulaciones la había enviado Gabriel Ocasio-Cortez en nombre de su hermana.

Un día a finales de diciembre de 2016, Alexandria recibe una llamada nada más recobrar cobertura tras varios días con los nativos americanos de la reserva de Standing Rock, en Dakota del Norte, en pie de guerra por la orden de Trump de construir un oleoducto en su territorio.

El BNC quiere que sea la candidata alternativa en el decimocuarto distrito electoral, el que comprende los barrios del Bronx y Queens –donde se crió el actual presidente y cuna del negocio inmobiliario de los Trump— territorio azul donde casi el 80% de la población es de color y con bajos recursos aunque lleva más de una década gobernado por un hombre blanco, con gran poder adquisitivo que tiene fijada su residencia familiar a las afueras de Washington DC y que llegó al cargo en 2004 por designación no por un proceso electoral.

Ocasio-Cortez preparó su candidatura recopilando firmas de votantes, sin recibir ni un solo dólar de los Comités de Acción Política (PAC) ni de organizaciones corporativas –como posicionamiento crítico frente a la “maquinaria electoral” del país— sólo con donaciones de la gente.

En las redes sociales alcanza un status casi de influencer: con casi 900.000 seguidores en Twitter y 312.000 en Instagram, sus posts de campaña se alternan con otros en los que comparte la marca de su barra de labios roja o stories caminando por la calle después de salir de la peluquería.

AOC wins primaries

Ocasio-Cortez recibe con sorpresa e incredulidad su victoria ante el representante demócrata Crowley en las primarias del partido.

Junto a su equipo de voluntarios realizaron en casi un año cerca de 70.000 llamadas y llamaron a 120.000 puertas. Mientras Crowley se centraba en los votantes primarios y en anunciarse en las pantallas del estadio de los Yankees durante los descansos de los partidos, la joven latina amplió su espectro de voto entre los más jóvenes y aquellos vecinos que nunca antes habían votado.

Cuando Crowley quiso tomarse en serio a su rival –la dejó plantada hasta en dos debates electorales— era demasiado tarde. En la noche del 26 de junio no le quedó más que coger su guitarra y dedicarle a la reciente ganadora el ‘Born to be run’ de Bruce Springsteen.

Unas Midterm para romper precedentes

La histórica victoria de Ocasio-Cortez, no es un caso aislado, sino parte de una ola de nuevas candidatas  progresistas que están removiendo los cimientos de un Partido Demócrata que pronto se verá obligado a renovar su cúpula de dirigentes y a abordar la patata caliente en la que se está convirtiendo el auge del apoyo a candidatos azules de corte progresista. Mujeres como Ayanna Presley en Boston (Masachussets) o la candidata por Minessota de origen somalí Ilhan Omar, están marcando un nuevo ritmo en el país, en gran parte motivado por la turbulenta llegada de Trump a la Casa Blanca.

«El acoso sexual es algo desconcertantemente habitual, muchas veces tolerado por las propias mujeres de forma inconsciente. Es como cuando entras en un sitio y huele mal, pero te quedas y llega un momento que ya no notas el mal olor. Eso es nuestra sociedad. Estamos acostumbradas a que nos hablen mal, a que nos toquen, a que no nos respeten… Llega a ser frustrante».

El tono de la campaña en estas midterm de otoño contra el republicano Anthony Pappas, profesor de la Escuela de Negocios Peter J. Tobin, ya está subiendo. En parte por las incursiones de la demócrata en asuntos nacionales como el caso del candidato a la Corte Suprema acusado de abusos sexuales, Brett Kavanaugh o partidas presupuestarias de la Administración Trump. Uno de los principales frentes abiertos de la socialdemócrata será aclarar a medios y oposición, para quienes las cuentas no cuadran, cómo pretende hacer frente económicamente a sus promesas electorales, estimadas por analistas independientes en unos 40 billones de dólares.

Y aunque Ocasio-Cortez prefiere no dar «nada por ganado” y está vigilante al comportamiento del voto de los grupos minoritarios de izquierdas, para su equipo de campaña “no ganar no es una opción”, tratándose de un distrito que históricamente vota en un 80% azul, sentencia Ramos.

Habrá que esperar a la noche del 6 de noviembre para ver si Pappas tiene que dedicarle alguna canción a la próxima representante más joven del Congreso de los Estados Unidos.

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